Desde las bulliciosas calles de Bruselas hasta las indómitas tierras salvajes de Madagascar, el viaje del equipo de la Expedición Exo Terra fue poco menos que extraordinario. Nuestra aventura comenzó con un salto desde Bélgica, aterrizando en la isla Reunión, para conectar al día siguiente con la mística Nosy Bé, la joya de la corona de Madagascar.
 
A nuestra llegada al aeropuerto de Fascene, nos abrazó nuestro animoso equipo malgache. Juntos, con los vehículos llenos hasta los topes, nos aventuramos hacia Ambatoloaka. Esta pequeña ciudad balneario, aunque se anuncia como el centro turístico de Madagascar, ofrece un encanto crudo e intacto como ninguna otra. Uno podría esperar resorts opulentos, pero en su lugar, encontramos un pintoresco hotel que asombró a muchos. Aquí, el lujo moderno se entrelazaba con la naturaleza: ¡nuestro primer gecko diurno nos saludó desde el techo!
 
Situado junto a la resplandeciente playa, este pueblo pesquero, antaño adormecido, resonaba con historias de transformación. Con la lenta llegada del turismo, muchos lugareños cambiaron las redes de pesca por el servicio a los turistas. Sin embargo, los barcos que se deslizaban por allí nos mostraban la verdadera esencia de la isla: la pesca seguía siendo su alma. Nuestros primeros preparativos nos llevaron a hacer trueques con las mujeres locales, con sus cabezas adornadas con cestas rebosantes de productos frescos.
 
Al caer el sol, nos reunimos con Monsieur Nazer, nuestro maestro local de logística. Se trazaron los planes, se calculó el combustible y, con el cansancio de los viajes, sucumbimos a un sueño tranquilo.
 
El amanecer anunció un nuevo capítulo cuando zarpamos hacia Nosy Komba. Al mediodía, la isla nos recibió con los brazos abiertos. Apodada «isla de los lémures», hoy los lémures nos eludieron, pero la playa nos brindó un tesoro de maravillas de reptiles. Desde eslizones tomando el sol en las rocas hasta nuestros primeros vibrantes geckos diurnos, cada descubrimiento fue mágico. Nuestra búsqueda de geckos raros en un bosquecillo de bambú fue infructuosa, pero un impresionante avistamiento de camaleón pantera (Furcifer pardalis) lo compensó con creces.
 
Con el sol guiándonos, navegamos durante 30 minutos hasta Ankify, cada momento resonando con la promesa de más descubrimientos por venir.

Enclavada en la exuberante extensión del delta del Sambirano, la península de Ankify esconde secretos de la naturaleza en sus densos matorrales. Como patria especulada del gecko diurno de brillantes colores, Phelsuma klemmeri, nuestra emoción era palpable. A medida que nuestro vehículo se adentraba en los interiores cargados de bambú, el mundo exterior parecía disolverse.
 
Phelsuma seippi, un vibrante pariente de nuestro codiciado Phelsuma klemmeri, fue el primero en saludarnos. Pero la verdadera joya no tardó en revelarse: ¡la Phelsuma klemmeri en todo su esplendor! Los matorrales de bambú no sólo albergaban esta joya, sino también a la Phelsuma laticauda, otra variante de gecko diurno.
 
Las serpientes de Madagascar tienen una curiosa particularidad: carecen del veneno mortal típico de sus congéneres de otros lugares. Sin embargo, nos recibió una intrigante excepción: la serpiente malgache Leioheterodon. En un giro del humor de la naturaleza, mientras observábamos a esta serpiente, nos topamos por casualidad con otra klemmeri. Pusimos a prueba nuestra pericia mientras navegábamos por las grietas del bambú, con los ojos bien abiertos, en busca de los escurridizos geckos. 
 
Para nuestro asombro, la región era abundante en diversidad de geckos. Junto a la gigantesca Phelsuma madagascariensis grandis, esperábamos vislumbrar la diminuta Phelsuma vanheygeni, una especie que nuestro equipo de Exo Terra había identificado por primera vez en 2004.
 
Un gigante inesperado se cruzó en nuestro camino en forma de Furcifer oustaleti, el camaleón más grande de Madagascar. ¡Su tamaño era asombroso! La península, con su caleidoscopio de colores, también mostraba distintas tonalidades del camaleón pantera (Furcifer pardalis). Mientras los machos hacían alarde de sus colores, las escurridizas hembras seguían siendo un misterio.
 
Las aventuras del día nos llevaron de Ankify a Ampopo, a lo largo de la costa de la península de Ampasindava. A medida que nos acercábamos, los delfines retozaban cerca de nuestro barco, ofreciendo un espectáculo de la danza de la naturaleza. Al atardecer nos encontramos bajo el cielo abierto de la playa virgen de Ampopo, con una crepitante hoguera que ahuyentaba a los visitantes nocturnos de la naturaleza. Mientras el anochecer traía discusiones y expediciones por el bosque, el amanecer desvelaba el esplendor intacto de la península. Como para despedirnos, una serpiente Leioheterodon se deslizó junto a nuestro campamento, conduciéndonos hasta un joven camaleón pantera, la legendaria pantera rosa, ampliando el área de distribución conocida de esta magnífica criatura.
 
Bordeada por la selva y la playa, la región estaba adornada con orquídeas endémicas en flor del género Angraecum, un espectáculo fascinante que tuvimos que dejar atrás al poner la vista en Bezavona.